Hoy ¡era a las 10!

Hoy ¡era a las 10!


El sábado pasado llegamos tarde; era a las 11, llegamos a las 11.30 hrs.

Así que hoy nos levantamos temprano. Tomamos la micro, luego el metro y finalmente la combinación del bus de acercamiento. Nos bajamos felices, mi Hijo y Yo.
Caminamos alegres, conversando y jugando. Llegaríamos a la hora tras 50 min. de viaje.

Llegando a la puerta del Colegio, hubo quien nos miró algo extrañado y una voz murmuró – hey, ¿qué hacen a esta hora?
No hicimos caso y entramos, seguíamos riendo.
El profe cruzado de brazos. La clase había terminado; Hoy ¡era a las 10!




::: Cristtoff WOLFtown :::

Un día de caza

Un día de caza



Claus aguardaba feliz el retorno de su Viejo, quien hoy andaba de compras en el pueblo.

¡Apenas llegase se irían de caza!

Las hondas de ambos esperaban ya preparadas y dispuestas, cada una con su manojo de piedras cuidadosamente elegidas durante la mañana mientras, acompañado de su prima Ali, se habían encargado de sacar a pastar las vacas junto a los terneros tras la ordeña madrugadora junto a su Viejita.

Había sido una mañana singular. Mientras arreaban el ganado por la pradera, tropezó más de la cuenta, pero en cada tropiezo, encontró mínimo 2 piedrecillas que, según las características, eran las idóneas para la honda, no sin empujones de Ali, a quien le parecían una verdadera estupidez, pues sabía el uso que les esperaba. El regreso, vacilante, metiendo los pies de charco en charco, se debió en gran parte a los bolsillos sobrepasados de aquellas preciadas piedras.

Un ternero casi lo corneó, sino salta de un brinco sobre el canal para ponerse a salvo. La persecución, como cada día, pronto cambó de victima y el desatinado ternero emprendió su huida, todo ello acompañado de un reír y reír por todo lo que corrieron. Ali casi sufre un imprevisto de tanta carcajada y hubo de separarse un rato entre los matorrales.
Aquel ternero, era su preferido, justamente por eso. Siempre lo amenazaba indómito, mientras su madre, una vaca regordeta, miraba con orgullo el crecer vigoroso de su retoño, su futuro hijo Toro y las energías que gastaba con aquel humano alegre. Ali, se limitaba a recoger flores algo secas para adornar algún florero.

Ya eran cerca de las 12 del día...aun no regresaba. De seguro la compra fue más grande de lo acostumbrada.

Recordaba al última noche pescando solos con su Viejo y en medio del silencio, de un suave viento que los acompañaba; se lo había prometido. Tras su segunda pesca de 2 sabrosas truchas y en un mismo día, mañana irían a cazar ambos tórtolas y codornices. Era feliz, aunque casi se había dormido en 3 oportunidades, porque el regreso a casa fue triunfal, y los esperaban con el fuego listo para asarlas. Aunque no eran de su gusto, sabrosas sabían para todos, y ante ello ése era el mejor y mas valioso premio. Era todo un héroe y se dormiría en una nube de éxito, luego que su Viejita les contara alguna que otra leyenda campestre, y más de algún primo no quisiera irse a dormir por temor a pesadillas, en medio de las carcajadas de todos.

Jugando de aquí para allá, de allá para acá, sintieron el rechinar del bus, su parada en el polvoriento camino y salieron todos corriendo a recibir al Viejo.

¡Que alegría! Dulces para cada uno y lo mas importante del día...se acercaba la hora para salir de caza juntos.

Vamos Claus, déjalo descansar un ratito mientras guardamos las cosas –le decían al unísono.

Pero el Viejo y sabio abuelo, lo levantó en ancas, miró a los demás asintiendo y de paso dejando abierta la puerta a que los acompañaran. Salieron todos. Claus al frente, aperado de las municiones y su honda en el bolsillo trasero.
Ali intentando ir a su lado, después de todo, era su primo mayor. Los demás, tras el Abuelo, firmes, casi marchando. Algunos provistos de ramas, otros solo jugueteando.



¡Ahí, ahí quedó la primera trampa, Tata! Así es, hijo –respondía el querido Viejo. Vamos despacio, que algunas no entran del todo e inteligentes se comen la carnada a un lado.

El resto, todos en silencio. Casi escondiéndose, pisando levemente el pasto, evitando correr y mirando al frente cómo Claus y el Abuelo sigilosos llegaban a la trampa y ¡zooom! Se sentía uno y otro hondazo.

¡Sí, tenemos una! –les ganó en el grito Ali. Claus sacaba aquella hermosa y grisácea tórtola que intentada aletear entre los palitos débiles de su mortal trampa.

¡Chicos, son 2! Alcancé otra con la honda –les decía a una platea de estupefactos nietos que ya corrían triunfantes a su lado, admirando ambas aves cazadas.

¡Qué día! Y eso que recién estamos empezando –comentaba orgulloso Claus.

Continuaron y demás está decir que ocuparon toda aquella tarde en compañía de un Viejo Abuelo que con cariño les compartía una aventura simple pero de magnificencia para todos ellos.



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