Dentro de...
Fatigado,
luego de una larga jornada laboral y un día lluvioso,llegó a casa. Antes de
ingresar arrojó la colilla del cigarrillo, con fina puntería, al primer charco
de la entrada. Abrió la puerta, encendió todas las luces
al mismo tiempo y tiró las llaves junto a sus enseres en el sillón del living.
Se acercó a la cocina, puso a hervir agua y sirvió un tazón de té. Luego, enrumbó
directo al dormitorio.
Alcanzó
a dar un par de sorbos y prender la televisión para ver las noticias, cuando
cayó completamente rendido en un profundo sueño. Tendido sobre su lecho, aun
vestido y con las luces y televisión encendidas, lo fue encontrando la noche; una
noche amenazante, acompañada de fuertes vientos agitando las copas de los árboles,
ramas y ventanales circundantes.
Fue así como se encontró soñando, primeramente como si fuese él mismo, contemplándose desde el umbral de la puerta de entrada e intentando apagar todo lo que había omitido, debido al cansancio.
Al
intentar presionar el interruptor del dormitorio, sintió que su mano traspasaba
la pared y debió esforzarse para recobrar el equilibrio. Lo intentó una vez
más, con idéntico resultado.
Asustado,
se dirigió al living y revisó todas las ventanas y puertas, cerciorándose
estuviesen bien cerradas. La cocina y el baño principal estaban en orden. Luego
escudriñó a la ligera el baño de invitados, que se encontraba desordenado cual
improvisada bodega y desde donde llegaba una gélida brisa a través de la pequeña
ventana semi abierta. Al intentar su cierre, azotó su mano una espinosa rama
que sutilmente se asomaba. La retiró raudo, quejándose por la mala suerte e
intentó nuevamente, pero esta vez fue abducido de forma brutal por el mismo
reducto, golpeándose en hombros y caderas, de hecho sufriendo la luxación de su
clavícula al pasar por aquel espacio de 30 centímetros cuadrados.
Al recobrarse y abrir los ojos se encontró de pie y al borde de un gran acantilado. No había forma de dar un paso atrás. Una extraña fuerza lo mantenía cual títere, totalmente a su merced; inmovilizado. Miró a izquierda y derecha sin encontrar más que un desolador paisaje; se hallaba solo en aquel paraje holocaustico y encima de ello inmóvil, contemplando aquel vertiginoso abismo delante suyo.
Trató de mover los brazos, pero el dolor le punzó hasta el alma. El hombro derecho era el más afectado. En la boca, reseca, sintió un pequeño sabor a hierro. Con su mano izquierda restregó la comisura de los labios; era sangre y luego de aquel gesto volvía a brotar, cual rojo manantial.
Me
habrán golpeado, de seguro, pensó en el momento. Una paliza. Un asalto, tal
vez, alcanzó a divagar.
De
pronto y frente a él, suspendido de la nada, apareció el marco de su ventana,
la ventana de baño por donde,según recordaba, fue abducido, tras intentar
cerrarla.
Parpadeo
un par de veces, aún aturdido por tanta sensación junta y volvió a fijar la
vista. Ahí estaba, entre abierta y haciendo juego hacia atrás y hacia adelante,
con la misma rama espinosa asomándose; solo que esta vez y con cada juego, se
aproximaba más y más en dirección a él.
¡Dios
mío!, pero ¿qué mierda de sueño es todo esto?, gritó para sí.
Volvió
a mirar al frente y aquella rama, que en primera instancia solo se asomaba
perturbadora, ahora ya le rozaba la punta de la nariz, provocándole cosquilleo
e inquietud, dado que ahora no era capaz de levantar siquiera su mano izquierda
para ayudarse y sacársela de en frente.
El
cosquilleo inicial se transformó en dolor. Contrariado, miró detenidamente por
encima de su nariz y divisó el amenazante camino de una larva oscura, llena de
escamas y que lo miraba fijo y de forma siniestra, trayendo consigo, cual
ballesta, una especie de afilado cuerno o colmillo. Movió la cabeza, negando
todo aquello; no podía ser cierto todo esto.
Seguramente
ya despertaré de todo este maldito sueño, intencionó pensar, abstrayéndose por
un instante de aquella agria pesadilla, pero la sorpresa lo sacó de sí al
sentir que aquella cosa oscura y puntiaguda tanteaba bruscamente la superficie
de sus fosas nasales, enterrándose cada vez más, avanzando por su interior,
mientras lágrimas se mezclaban al sabor del hierro en la comisura de los
labios, totalmente ensangrentados.
Aquel bicho, sacado de la más horrenda revista de historietas, continuaba introduciéndose en él, sin hacer caso a su jadeo y movimientos, que en vano luchaban por sacudirse el espanto de sentir como le iban destrozando internamente las vías respiratorias, desgarrando tabique, faringe y paladar.
Entre
nebulosas, divisaba vagamente aquel cuerpo extraño, sin fin, que serpenteaba y
bajaba por la tráquea, obstaculizando cualquier intento de respiración,
provocando el estallido interno del tímpano; inmóvil, pereciendo de a poco en
un sufrir interminable.
Cuando el último halo de vida ya se iba de su ser en forma definitiva, aspiró repentinamente y logró abrir de par en par sus ojos. Sintió su respiración agitada, al borde del colapso. Miró nuevamente al frente de sí y vio las rayas y sonido estridente de la televisión encendida. Abrió la boca para dar la bocanada más grande que alguna vez pensó dar y saciar el vacío de los pulmones que retornaban a la vida, así como todo su ser.
Rápidamente
y una vez recuperado, se levantó raudo al baño de visitas, encendió la luz y
cerró de un severo golpe la ventana que se agitaba y movía a merced del viento.
Dio media vuelta y permaneciendo inmóvil, bajo el umbral de la puerta. Miró
alrededor suyo. Todo estaba en orden, todas las luces encendidas, todas las
ventanas y puertas cerradas.
Se
llevó ambas manos a la cara. El corazón latía al borde del colapso. Cerró los
ojos, agradeciendo a quien fuera, que todo haya sido un maldito sueño del que
al fin se había despertado.
Antes
de recobrar las fuerzas para terminar la tarea de apagar todo delante sí e irse
a dormir, sintió una leve sensación acuosa bajando por su bigote hasta llegar
lentamente a la comisura de sus labios. Tembló de pies a cabeza y se negó a
averiguar qué podía ser. Las manos no respondían y es más, ahora se hundían en
su rostro, presionándolo con fuerza sin que lograra control alguno sobre ellas.
Abrió los ojos y por entre los dedos logró divisar, con espanto, la aparición
de la ventana del baño de invitados, ubicado a su espalda,y que se suspendía de
la nada frente a él, mientras un viento proveniente de la casa jugaba a abrir y
cerrarla, rozándole manos y cara.
Una
gota acuosa se deslizó por su bigote y sintió el sabor a hierro en la comisura
de los labios…
CW